17 Feb
17Feb


Sin importar cuan paradisíaco pueda parecer el bucear en un colorido arrecife de aguas cálidas, a poca profundidad, a plena luz del día y rodeado de amigables pececitos de colores, debemos tener siempre presente que bajo el agua nos encontramos en un ambiente hostil.

El buceo es una actividad inherentemente peligrosa que puede traer serias consecuencias a quienes la practican. Desde una simple irritación en la piel o algún molesto sarpullido, a trastornos graves, como ser una sobreexpansión pulmonar, parálisis o hasta la muerte.

El buceador puede fácilmente quedar atrapado en estructuras naturales o artificiales a las que ha penetrado intencionalmente o sin querer. Enredarse en líneas de pesca, cables o similares. Quedarse sin gas para respirar, perderse a la deriva en la superficie o verse abandonado por el barco que lo llevó al punto de buceo, y muchos etcéteras. Es cierto que poseer el equipamiento y entrenamiento adecuados le permitirán reducir los riesgos y solucionar muchos percances antes de que éstos se conviertan en problemas serios. Pero el peligro siempre permanecerá latente en mayor o menor grado.

Sufrir una falla catastrófica en el equipo que lo mantiene con vida puede convertirse rápidamente en un problema mayor. Los humanos no hemos evolucionado para respirar bajo el agua. Ni siquiera para ver correctamente sin ayuda de una máscara que provea un espacio de aire entre nuestros ojos y el entorno acuoso. Buena calidad, redundancia, mantenimiento apropiado y estar debidamente familiarizado con el uso del equipamiento juegan un papel fundamental en lo que a su correcto funcionamiento se refiere.

También existe la posibilidad de tener una experiencia desagradable con la fauna marina. Puede pincharse con un erizo de mar, tocar un coral de fuego o tener un encuentro no muy amistoso con animales mayores. Esto último no es muy habitual si se observan ciertas recomendaciones, pero ciertamente tiene una probabilidad mayor a cero. No hay que exagerar ni se aprensivo, pero puede pasar.

Si decide bucear será por su propia cuenta. No lo haga por lo que algún tercero, entre los cuales me incluyo, pueda decir o insinuar. Sepa que cometerá errores. Le ocurrirán percances; muchos serán menores, pero alguno podría no serlo. De los errores se aprende; pero el proceso puede ser doloroso. Tenga presente que si bien los riesgos se pueden mitigar, reducir, minimizar, no se los podrá eliminar por completo. Quien le diga que siguiendo éste o aquél procedimiento o estrategia no correrá ningún peligro le está mintiendo.

Por último, también tengamos cuidado con la racionalización de esa premisa que dice que “hasta cruzar la calle tiene sus riesgos”. Aunque la premisa sea cierta, la conclusión que intenta hacernos sacar es falaz porque nuestra vida en sociedad difícilmente nos permita no salir de nuestras casas a diario, pero ir a bucear es una elección, un capricho, la realización de un antojo. El buceo recreativo es totalmente opcional, no es una actividad necesaria. Téngalo bien presente.


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