17 Feb
17Feb


Los mercaderes del buceo [1], entre los cuales me incluyo, como tantos otros de otras ramas, tienen por costumbre curarse en salud de las posibles ramificaciones legales que las actividades que desarrollan puedan llegar a tener. El aburridor papeleo de los contratos de renuncia de reclamo de responsabilidad y asunción personal del riesgo busca en primera instancia proteger al operador, al mercader. De la misma forma que los fabricantes de productos de buceo limitan sus garantías y responsabilidades a lo que sus cartas de garantía y responsabilidades establecen, nada más.

Yo hago lo mismo, una firmita por aquí, una firmita por allá, léase esto, considere aquello. No me gusta demorar al cliente, hacer que se irrite por tanta burocracia, ni nada por el estilo, pero es uno de los tantos pasos necesarios para poder desarrollar la actividad de forma adecuada para con las reglamentaciones, que en principio buscan regular las acciones de quienes encaran el buceo como negocio, protegiendo a los consumidores.

Quiero pensar además que en cierta forma también aportan una instancia más para crear conciencia del verdadero riesgo que el buceo posee. No para asustar ni para disuadir de su práctica, sino para recalcar la necesidad de una práctica controlada, razonable, madura. Reconozco que a veces se nos va la mano con respecto al papelerío que ponemos frente al cliente, pero espero sinceramente que como industria logremos simplificar considerablemente estos procesos antes de matar de aburrimiento a cuanto posible nuevo futuro buceador se nos acerque.

Cuando se produce un accidente o un contratiempo, ya sea severo o no, hay personas y organizaciones que buscarán resarcirse o reducir pérdidas. Es cierto que algunas veces se cometen omisiones o errores y que quienes sean culpables de ello deben hacerse responsables por las consecuencias que acarreen. Pero otras veces solamente se trata de buscar a quién hecharle la culpa y ver si se pueden sacar algún rédito de ello. Para ello siempre encontrarán algún matón legal a sueldo dispuesto a ver qué se puede obtener y de quién, o, desde la vereda de enfrente, cómo se pueden quitar culpas de encima para evitar responsabilidades.

Así que lea, piense, decida y firme o desista. Es su decisión, tómela a conciencia.


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[1] A menudo uso el término “mercader” para hacer referencia de manera completamente explícita a aquellos para quienes determinada actividad, en éste caso el buceo, es un negocio. El término mercader no lo aplico exclusivamente al dueño del negocio, sino también a todos aquellos que de una forma u otra participan en él, tanto de manera remunerada como no.
Si bien es un término que suena un tanto despectivo, no siempre es esa mi intención. Sepa distinguir entre ambos casos, espero poder ser claro al escribir; no siempre lo lograré pero voy a poner mi mayor esfuerzo. No lo hago como un reclamo político o social de ninguna especie; éste no es el medio para ello. Tengo un escrito, por algún lugar del sitio, que ahonda un poco en el uso que hago de este término.